El asesino del tarot
nteligente, activo, culto, habilidoso y con una buena situación económica, Eulogio vive independiente tras la muerte, un tanto extraña y no demasiado lejana, de su madre; ésta era una mujer dominante que le ha tenido muy controlado desde que el paterfamilias falleciera hace ya bastantes años en un accidente. Como la mayoría de los esquizoides, tiene una inteligencia superior a la media. Se encuentra bajo tratamiento de un buen psiquiatra; el profesional, ingenuamente, cree tenerlo compensado, ya que lo vigila en revisiones periódicas, de las que se muestran satisfechos los dos pues sólo existe lo que el paciente cuenta. Pero lo que el psiquiatra cree, no es la realidad. Eulogio lleva una doble vida de la que no es demasiado consciente, dado que no sabe gran cosa de su duplicada personalidad. Su vida peligrosa no la muestra más que cuando recibe órdenes. Es entonces que aparece su otro comportamiento, e inicia lo que le han encargado, aspecto que él cree que es la realidad. Pero esas ideas, sólo son reiteradas alucinaciones, que considera y vive como absolutamente ciertas. Eulogio se comunica con un personaje de la baraja del Tarot. Y se ha enamorado de ella. Es “La Emperatriz”, el naipe número III, que le da órdenes, y le encarga misiones que debe cumplir para que ella le conceda su amor físico, como le ha prometido: compartir el lecho con ella para siempre. Y es algo, le repite, asegurándole que cada día tiene esa vida más próxima por su buen hacer. La situación, la excitación de sus pensamientos, le produce un aumento de feromonas, y éstas un enardecimiento sexual que le llevan a estar cada vez más interesado y dependiente de ella. A cada misión, le sucede otra, que realiza más perfecta todavía. Esos aciertos perfeccionistas, le muestra que “ella” y su amor por él, le abre cada día un poco más las puertas de su dormitorio, lo que le llevaran a su lado, como le indica en cada ocasión a pesar de que ni siquiera le ha visto aún el rostro y todo se reduce a un diálogo entre ambos. Su trabajo es el homicidio de una persona que encaje con uno de los personajes de los Arcanos Mayores de la Baraja del Tarot de Marsella. Cada nuevo protagonista, hace que Eulogio lo busque, lo encuentre, lo estudie y lo asesine finalmente. Pero sabe, que cada uno de ellos debe concordar exactamente con lo que le ha encargado su amor invisible: la Emperatriz. Al final de cada trabajo, le indica que está muy satisfecha, pues todo lo realiza dentro de la más absoluta perfección, por lo que el premio: su cuerpo y su alma, lo tiene cada vez más cerca y más deseoso de recibirle. Combatiendo a Eulogio por sus acciones de asesino en serie, cada día más atrevidas y que no pueden evitar, ni intuir dónde y quién será la víctima, hay un grupo de policías, psiquiatras, antropólogos forenses, la mejor tarotista del país, y un psicólogo experto en perfiles, que tratan de entender la mente del asesino, pero la irregularidad de su conducta y de sus acciones, les mantienen sin un objetivo que utilizar para dar con su paradero. Sin embargo, del conjunto de las acciones por ambas partes, se va estrechando el cerco, del que con su habilidad en no dejar huellas, va escapando el “Asesino del Tarot”, como le llama la prensa. Eulogio, descarado y narcisista, se permite escribir, informar a los periódicos y mandar fotos de sus victimas asesinadas, comentar y opinar de diversos aspectos de su trabajo e insultar a la policía, a la que tacha de absolutos inútiles. Ha indicado además que la palabra asesino no le gusta, puesto que él es “El ejecutor del Tarot”, pues lo hace por órdenes recibidas. Es un título que acepta la prensa, y que en breve tiempo va un poco más allá en la designación del popular asesino. En las revistas acaba usándose para su título, cada día más conocido, como “El ejecutor loco del Tarot”.